lunes, 7 de noviembre de 2011

Ver, oír y susurrar

Se oyen murmullos salir de las ventanas, pasar por las tejas volando por los barrotes reforzados y los alambres de seguridad. Los perros ladran en la noche estrellada. Los ojos de sus dueños los obligan a callar, o a bajar la voz en últimas instancias. Cualquiera que visite las colonias populares en San Salvador podría decir que son muy seguras o que sus dueños sufren algún tipo de paranoia, la verdadera causa se esconde en las mismas casas, en iglesias, escuelas y universidades y se confunde en medio de todo.
Para Allan Hernández, Jefe de la Unidad Especializada de Delitos de Extorsión, el problema se resume en un ellos vs. nosotros, algo así como un mundo paralelo en el que la “mano dura” habría sido el antídoto contra el ataque de violencia generalizada que tanto vemos, oímos, olemos y saboreamos en los noticieros y periódicos a la hora de levantarnos, en el almuerzo o mientras nos disponemos a descansar.
“Solo hay dos tipos de personas, los hijos de Dios y las criaturas de Dios y ellos sólo son criaturas”, explica con voz gruesa y mecánica.
La verdad es que a El salvador se le han ido las vidas entre propuestas de leyes, utopías de reinserción y represiones fracasadas. Mientras el problema se resuelve, el salvadoreño común seguirá pagando a quien no debe nada, sintiendo sobresaltos cada vez que reconozca a uno de “ellos” con intención de aproximarse, temiéndole a la noche, culpando al tiempo en lugar de a los malos gobiernos pasados, presentes y futuros; y encomendándose antes de salir de su casa envuelta en alambre de púas y botellas quebradas, que no le servirán para defenderse cuando se haya ido.

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