domingo, 27 de junio de 2010

Recordar

Me puse los audífonos y traté de no pensar más. La lluvia mojaba mi vestido. El día estaba triste. Esta mañana me había levantado con la firme convicción de que no te cruzarías por mi cabeza. Y es que es obsesión mía no recordarte, aunque al hacerlo, más lo hago. Más te recuerdo.

Pasé por el café de la esquina, me detuvo ese dulce olor del expresso que tanto te gusta. Pedí un capuccino sabiendo cuanto te desagrada la idea de un café dulce y caliente a la vez, y como arrugas la nariz cuando me ves tomando uno. Sonreí, metí mi mano en mi bolsillo; mientras sostenía mi café espumeante y estallaba en mi cabeza el sonido del trance, ya sabes, esa canción que sé que te gusta. La lluvia había parado, pero el cielo estaba igual de gris.

Recordé todos los mensajes que me habías enviado desde hace más de tres días. No iba a responderte, no quería hacerlo. Estos días fueron felices para mí, no estabas y yo estaba bien. Miré al cielo buscando algún indicio de lluvia pero el sol empezaba a salir. Recordé cómo te conocí, caminaba por la plaza, cuando de pronto, oí que alguien venía corriendo hacia mí. Me di la vuelta y ahí estabas, empapado y molesto, con los ojos mas negros que los míos y mas tenso que yo cunado estoy sobria. Ya me sabía hasta de memoria el discurso de siempre. Que si yo era una inconsciente, que si no pensaba, que si estaba loca. La verdad no sé, pero me pareció que el tiempo corría más rápido y que lo estaba perdiendo viéndote ahí diciendo la cátedra moralista de siempre. El momento incómodo del día, pensé que no podía ser peor hasta que te pusiste a llorar frenético y me abrazaste en plena vía.

Cuando levanté la vista ya no llorabas y había un grupo de curiosos viéndonos con extrañeza. Te tomé de la mano y te llevé lejos de ahí, lejos del ridículo. Te expliqué como todos los días desde hacía tres semanas que no te conocía, que no sabía quien eras antes de esas tres semanas de explicaciones sin resultados, y que te confundías de persona. Y como siempre, me dijiste que la confundida era yo; que me habías buscado desde hace cinco meses y que desde entonces no me veías. Según tú, mi familia estaba preocupada y ansiosa; y mi mamá se había enfermado desde que desaparecí. La verdad no sonaba tan mal, después de todo, yo no tenía familia.

Por un momento quise irme contigo, conocer a la mamá de la desaparecida y tomarla como mía, tomar a su familia, tomar toda su vida, tomarte a ti. Después de tanto tratamiento y terapia, volví en mí. Supe que todo era verdad. Nadie se explicaba porqué me había ido en esa ocasión -y las siguientes-, ni siquiera yo, aún no lo entiendo.

Aún te recuerdo. Recuerdo a mamá, sé que tengo familia y muchos amigos, pero no quiero regresar. Me voy recordando y no pienso volver.

Y de nuevo siento la lluvia caer, siento los pasos largos a mis espaldas, me doy la vuelta esperando verte molesto y húmedo, con tus ojos negros, tan tenso como siempre. La calle está vacía, no hay señales de lluvia, ni de gente, ni de nada. El sol se expande en el espacio. Oigo el sonido de los aviones y recuerdo. Te recuerdo, sonrío y me voy sabiendo que aunque te recuerde, tú ya no estás.

2 comentarios:

  1. Que bonito texto... Buena menera de decir que el pasado quedó atrás.

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  2. k profundo t kedo! me parece mui bonito :)expresa mui bn los sentimientos y me parece k a pesar de k el ambiente k describ no es tan lugubre se puede sentir asi. felicidades nena logras muchos efectos.tekitam

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